Por Andrea Guevara, cantante y líder del equipo español
A través del programa de Erasmus+ y la asociación italiana JointExchange se creó este bello proyecto llamado Crescendo, Music of Change. La Guajira, que ya había trabajado conjuntamente con esta asociación anteriormente y con muy buenos resultados, fue incluida en el proyecto como partner.Desde la Guajira, me propusieron ser team leader del grupo español, y tarde en contestar lo que tardé en organizarme con el trabajo, una hora. Me sentí enormemente agradecida.
A partir de ahí comenzó la búsqueda para mandar a 6 músicos almerienses, siete conmigo, a Italia a realizar un intercambio musical y cultural junto con 5 países más: Italia, Croacia, Suecia, Portugal y Turquía. Lanzamos el mensaje de que se buscaban músicos de 18 a 30 años, y se abrió la veda. Contestaron más de 30 candidatos, y tras el primer filtro, empezaron las audiciones. De ahí, escogimos a los 6 seleccionados.
Compramos el billete, y seleccionamos dos temas para mostrar. El primer día llegamos prácticamente a la hora de la cena y nuestra primera toma de contacto con los 35 músicos que nos encontramos fue, claro, hacer música. Al día siguiente comenzamos con dinámicas de grupo para conocernos.
Teníamos un horario muy ajustado. Cada día un país mostraba doscanciones, las enseñaba al resto y por la tarde un grupo formado por un músico de cada país hacía un arreglo, para que los temas pudiesen ser tocados a modo de orquesta por los 42 músicos. Mientras el resto separado por secciones se dedicaba a aprender en profundidad según su instrumento. Violines, saxos, trompetas, guitarras, ukeleles, clarinetes, voces, percusión, violas, contrabajo… todos pusimos lo mejor de nosotros para aprender en tan poco tiempo, y de oído, los temas que cada país proponía.
Las instalaciones eran formidables. Convivimos en un Eco Hostal ubicado en el Monte Barro, cerca de la ciudad de Lecco. Solía ser un monasterio de retiro, que después fue refugio en la guerra,además de un colegio y un sanatorio. Fue reformado varias veces hasta que finalmente se convirtió en el Eco Hostal que es ahora. Nos encontrábamos en parte mas alta del Monte, al final de la carretera, con ninguna vivienda alrededor y rodeados de naturaleza, lagos y con vistas a los Alpes.
Una de las primeras noches hicimos una cena internacional, con comida típica de cada país. Ahí comenzamos a mezclar las culturas, tanto, que la noche terminó con un mix de la macarena tocada entre españoles y suecos, con violines incluidos, y bailada por un mix italiano, turco, español.
La búsqueda entre similitudes y diferencias nos acercaba a querer compartir más y más, aunque con el poco tiempo libre del que disponíamos no pudo ser tanto como nos hubiese gustado, las conexiones iban floreciendo. No todo fue un camino de rosas, el pasar tanto tiempo juntos generó en ocasiones momentos de tensión, entre el estrés y el querer dar lo mejor, pero que se solventaba al final del día con unas cervezas o un vino, unas risas y por supuesto, con música.
Se nos dio la oportunidad de poder hacer workshops de temática libre, donde quien quisiera podía enseñar lo que quisiera. Hubo workshops de armonía e improvisación, baile por tangos, aprender una canción croata con un ritmo peculiar, cowcalls (como los suecos llamaban a las vacas), entre otros. También hubo una noche de música tranquila a la luz de las velas, una jamsession en el restaurante del hotel, una clase de bailes folk regionales, y peculiaridades como una tabla donde apuntarse para ser el despertador musical del resto el día que se quisiera, y pasearse tocando y abriendo las puertas de las habitaciones.
Los dos últimos días fueron los días de los conciertos. El primero lo hicimos en una de las iglesias de Lecco. Estábamos algo nerviosos porque con el horario tan ajustado no habíamos tenido tiempo de ensayar de forma general nada mas que una vez. Cada canción era dirigida por uno de los músicos de la orquesta que había formado parte del arreglo de esa canción. El concierto fue una experiencia muy buena, y la gente quedo encantada.Después salimos a la calle y tocamos a modo de procesión los 42 músicos, mientras anunciábamos que al día siguiente íbamos a hacer el concierto en el Eco Hostal Parco di Monte Barro, donde nos alojábamos.
El último día fue un día tranquilo. Probamos sonido para el concierto de la noche, nos pusimos guapetes, y salimos a tocar. Tras el concierto, justo cinco minutos después de terminar, comenzó una tormenta enorme y nosotros brindamos como si no nos volviésemos a juntar todos nunca más. Bebimos, tocamos y cantamos hasta que ya no nos quedaron energías. Nos despedimos,y al día siguiente cogimos el camino de vuelta.
Sin duda, un gran recuerdo esta maravillosa aventura. Por mi parte, gracias enormes a La Guajira, de corazón, y a todas las personas que han hecho posible esta experiencia. A cada músico, y a las personas con las que he tenido el placer de conectar, al nivel que haya sido, porque en definitiva, ha sido muy hermoso.